martes, 13 de marzo de 2018

Una Santa Cena que no cabía en la iglesia

Boceto en barro cocido de la imagen de Jesús para el frustrado
paso de la Santa Cena proyectado por Miguel Angel Pérez
Tiempo de Cuaresma (XXVIII)
Una Santa Cena que no cabía en la iglesia

Cuando, a principios del presente siglo, el misterio de la Santa Cena se incorporó a la nómina de la Semana Santa de Jaén no sólo se estaba cumpliendo la ilusión de un puñado de cofrades agrupados en torno a este misterio de la Pasión, sino que también cristalizaba un anhelo de la Agrupación de Cofradías que otro grupo de cofrades había intentado llevar a cabo, sin éxito, muchos años antes. Era agosto de 1985, y la impulsora de la idea no fue una gestora, sino la Hermandad de la Entrada de Jesús en Jerusalén, la de la Mulica o la Borriquita, como se quiera, cuya Junta de Gobierno intentó incorporar a sus titulares un misterio de la Santa Cena sin contar con que el párroco que por entonces tenían en la iglesia de Belén y San Roque iba a negarles el pan y la sal, nunca mejor dicho.
La historia se remonta, como digo, a 1985. Ese año, la Cofradía de la Mulica hace llegar a la Agrupación de Cofradías un escrito en el que venía a decir que recogía el guante lanzado por esa misma Agrupación en 1952 y 1955, al afirmar que consideraba "imperiosa" la necesidad de la creación "del paso de procesión de la Santa Cena". Ese era sólo uno de los pilares en que se sustentaba la idea. El otro era que años atrás existió en Jaén Cofradía de los Esclavos del Santísimo Sacramento y Cena del Señor, que en una de sus reorganizaciones, en 1802, integró el paso de la Entrada de Jesús en Jerusalén, por lo que, aunque extinguida, aquella hermandad unía ambos misterios de la Pasión.
En base a ello, la Hermandad de la Borriquita, capitaneada entonces por Alberto Sánchez Estrella, inició los trámites pertinentes para la incorporación del nuevo paso, para lo que se llegó a encargar un proyecto al escultor sevillano Miguel Angel Pérez Fernández. El proyecto incluía la elaboración de una maqueta y el correspondiente precio del conjunto, todo él de figuras de vestir, que se valoraba entonces en 4.355.600 pesetas.
Figura de uno de los doce apóstoles que formaban parte
de la maqueta de 1985
La maqueta se hizo en terracota y fue enviada a Jaén, desde donde retornó a Sevilla cuando los impulsores de la idea constataron que nunca podrían llevarla a cabo, pues el párroco de Belén y San Roque, Rafael Higueras Alamo, se negaba en redondo a dar su aprobación para el nuevo paso. Entre otras cosas, el sacerdote argumentaba que lo que tenía que hacer la hermandad era centrarse en la reforma de sus estatutos, además de que, según él, en la iglesia de Belén y San Roque no había espacio suficiente para acoger al misterio, ya que era necesario que las trece figurar estuvieran permanentemente expuestas "para que sean una verdadera catequesis". También se preguntaba el párroco "si desde el punto de vista ideológico, en la Iglesia se puede invertir en una obra de tal envergadura".
Y por último zanjaba que, en ese momento, el trabajo de las hermandades debía estar centrado, primero, en potenciar las ideas de lo que son las cofradías, y en segundo lugar, hacer imágenes.
Con tales argumentos, resultaba más que imposible que la Hermandad de la Entrada de Jesús en Jerusalén pudiera dar culto al paso que representaba el momento clave de la Eucaristía, por lo que todo el proyecto quedó reducido a un cruce de cartas más o menos acusatorias y a un expediente perdido en los archivos cofrades.
El intento había durado seis meses.

© José L. García


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