miércoles, 21 de marzo de 2018

La imagen de Cristo que volvió a la vida


Estado en el que llegó la imagen al taller del restaurador
Tiempo de Cuaresma (XXXVI)
La imagen de Cristo que volvió a la vida

Probablemente, la imagen que abre el capítulo de hoy en este blog cuaresmal no diga prácticamente nada a muchos, o tal vez a casi nadie. Y eso lo convierte en un claro ejemplo de lo que ha supuesto el maltrato recibido a lo largo de los siglos por las imágenes de culto, muchas de las cuales han sido vapuleadas hasta convertirlas en una sombra de lo que fueron. Porque si en lo siglos XVI y XVII lo que se llevaba en las imágenes era el pelo tallado, en el siglo siguiente y aun en el XIX, la moda cambió y lo que antes era talla se convirtió en pelucas de pelo natural, algo que en muchas ocasiones suponía la destrucción, por procedimientos nada ortodoxos, de la cabellera de la talla. Y no digamos cuando se trataba de Crucificados a los que su autor había concebido con una corona de espinas tallada en la misma cabeza. La moda del pelo natural acabó con muchas de esas coronas, mutiladas a machetazos para que la peluca por poner no acabara siendo un aditamento desproporcionado. Así cayeron coronas y mechones de pelo. Por poner un ejemplo fuera de Jaén, para no pecar demasiado de puertas adentro, ahí está el Cristo de la Fundación, de la Hermandad sevillana de Los Negritos, que perdió corona y mechones pelo en favor de la cabellera natural que alguna vez tuvo.
El perfil de la imagen muestra el deterioro sufrido

Y si corona y rizos cayeron, no fue distinto en el caso de los sudarios de los Crucificados. Muchos de ellos fueron mutilados de una manera brutal, sobre todo en el nudo, si lo tenían, para que al Cristo en cuestión se le colocara un ajustado faldellín de tela, también fruto de las modas. Y vuelvo a Sevilla para poner como ejemplo el Cristo de Burgos, que hoy luce un sudario recompuesto en el siglo XIX.
Muy afectadas en este terreno fueron las imágenes pertenecientes a órdenes religiosas femeninas, en las que estas modas, consideradas moralizantes, fueron aplicadas de una manera notable.
Ejemplo de esto es la imagen que protagoniza este artículo. Para quien no lo haya adivinado ya (o no haya mirado el resto de las fotos de la página) se trata de Nuestro Padre Jesús de la Piedad, titular de la Hermandad de la Estrella. Probablemente un Cautivo que llegó al convento de Dominicas de Jaén procedente de su casa cordobesa. 
La imagen, magnífica, de escuela granadina, del último cuarto del siglo XVII, llegó en lamentable estado al taller del sevillano Miguel Angel Pérez Fernández, en 1986. El encargo, para que el Señor de la Piedad pudiera ser repuesto al culto, era convertirlo en una imagen procesional. Para ello, el restaurador retiró el pelo de estopa que tenía la imagen, probablemente colocado cuando el pelo natural ya cayó en desuso, como le ocurrió al Cristo de Burgos de Sevilla, y le hizo una cabellera nueva, de cedro. Asimismo retiró los numerosos repintes que tenía la imagen -no sería de extrañar que dados por las propias monjas, algo bastante habitual- y restañó las numerosas lagunas que presentaba la policromía en cabeza, manos y pies. También le hizo un candelero que suponía el incremento de la altura de la imagen en 25 centímetros. Por todo ello cobró 250.000 pesetas.
Trece años más tarde, Antonio Bernal y Francisco Romero volvieron a tocar la imagen para dotarla de mayores proporciones y darle algo más de movimiento, acorde con el pasaje evangélico que representa.

© José L. García

Nuestro Padre Jesús de la Piedad, una vez restaurado por Miguel Angel Pérez


1 comentario:

  1. Madre mia que destrozo, era una imagen maravillosa, convertido en uno más.

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