Algunos, bastantes, de mis años
cofrades jiennenses los he dedicado a la función de fabricano, lo
que en el resto de Andalucía hubiera sido capataz, hasta que el
vocablo ahuyentó a las viejas palabras autóctonas. O sea, fui el
encargado de mandar un paso durante la estación de penitencia de una
cofradía, de la mía, la de los Estudiantes. Y he disfrutado
llevando por las calles de Jaén el paso de Nuestra Señora de las
Lágrimas en épocas muy dispares. Ese será un recuerdo que me
acompañe durante el resto de mi vida con todo el orgullo de haberle
servido a Ella, ahora que el tiempo me ha llevado a otros menesteres.
Y digo esto porque desde hace tres
años, esa fabricanía, ese ser capataz, lo dedico a mi mujer, a
Lucía, enferma de Esclerosis Lateral Amiotrófica, la terrorífica
ELA, que la mantiene sin movimiento alguno sujeta a una silla de
ruedas.
Pero eso no ha sido óbice para que
hoy, Sábado de Pasión, nos hayamos atrevido a salir para plantarnos
al paso de una cofradía. Ha sido la de San José Obrero, la más
cercana porque la logística que necesitamos para movernos tiene una
duración determinada, ya que los aparatos que nos tienen que
acompañar disponen de baterías de duración limitada. Y hubiera
sido la de hoy una cofradía más por ver de no haberse producido un
hecho que sólo quien ha mandado un paso sabe del valor que tiene.
Porque sólo desde ese puesto privilegiado puede comprenderse lo que
siente quien presencia el paso de la efigie de Cristo o de su Madre
desde un puesto de dolor, con lágrimas de impotencia en los ojos y
con una plegaria que sus labios ya no pueden pronunciar porque la
enfermedad les ha robado hasta el susurro de una voz que ya es
recuerdo.
Por eso, hoy estoy agradecido a uno de
esos capataces con los que me identifico. Mejor dicho, a dos, porque
si uno de ellos la ha sabido ver junto al muro de las Trinitarias y
le ha acercado el paso de Nuestro Padre Jesús de la Caridad con delicadeza, sobre los pies, muy
despacio, hasta que el zanco ha rozado sus inertes pies, el otro, uno
de sus ayudantes, ha sabido resumir en una sola frase el sentido de
ese pequeño roce. Porque si alguien puede pensar que aquello fue un
pequeño error de cálculo, yo sé bien que no lo fue. Más bien fue
una caricia que aquel otro capataz ha sabido resumir en una sola
frase que nos ha apretado el corazón. Tu has venido a ver al
Señor y ha sido el Señor el que ha venido hoy a tocarte a ti, le
ha dicho a ella.
No hacía falta más. No podía decirse
de otra manera.
Ahora escribo atropelladamente, con el
corazón todavía encogido. No sé como se llamaba ese capataz que me
ha recordado una parte importante de mi tiempo cofrade. Pero hoy quiero resucitar
este blog, parado desde la Cuaresma pasada, sólo para agradecer su gesto a ese hombre de negro en cuyas palabras ha resumido todo el
amor fraternal que Cristo nos transmitió.
Por eso, de capataz a capataz, solo soy
capaz de decirle una palabra: gracias.
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Nuestro Padre Jesús de la Caridad, titular de la Hermandad de San José Obrero |
Yo estaba junto a ellos y doy fe de que fue realmente así. Nos emocionamos todos. Esos son los buenos detalles de nuestras hermandades y nuestra Semana Santa. Yo también les doy las gracias.
ResponderEliminarSin palabras, José Luis, sin palabras. Emocionante. Un beso grande para Luci y un abrazo fuerte para ti.
ResponderEliminarDios nuestro Señor es grande y manifiesta su amor a través de las personas que siguen su ejemplo, yo también la agradezco a este Capataz su gran gesto, Dios lo bendiga.
ResponderEliminarLucí, se merece eso y más.
de 2019, 9:51
ResponderEliminarDios nuestro Señor es grande y manifiesta su amor a través de las personas que siguen su ejemplo, yo también la agradezco a este Capataz su gran gesto, Dios lo bendiga.
Lucí, se merece eso y más
Madre mía, que bonito José Luis, gracias por compartirlo. Tengo la piel de gallina, que detallazo más grande por parte de los Capataces y que experiencia más bonita para los costaleros y para todos los testigos. Un besazo muy grande para ti y para Luci
ResponderEliminarYo también me he emocionado. Un beso grande para Luci y para ti, compañero.
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