lunes, 12 de marzo de 2018

Las cofradías y la energía ferroviaria


El antiguo paso del Cristo de las Misericordias cuando aún no había empezado el progresivo desmontaje de la iluminación eléctrica. Como era habitual, el rostro del Cristo iba realzado con un foco, como se aprecia en la imagen

Tiempo de Cuaresma (XXVII)
Las cofradías y la energía ferroviaria

Hoy, cuando el último vestigio de la iluminación eléctrica en las cofradías ya es historia, tras la claudicación de la Cofradía de la Clemencia con los cirios a pilas de sus nazarenos, parece buen momento para traer a la memoria aquéllos tiempos, no muy lejanos, aunque prehistóricos para muchos, en los que las cofradías tenían mucho que agradecerle a Renfe. Sí; parece una barbaridad, pero durante años hubo que agradecerle a la Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles que cada Semana Santa prestara unas cuantas decenas de baterías, de las que por entonces utilizaban los trenes, para que con ellas pudieran iluminarse los sistemas eléctricos que tenían prácticamente todos los pasos de las cofradías jiennenses. Porque si alguno no llevaba la candelería o los candelabros eléctricos, casi todos, por no decir todos para no pecar por exceso, tenían un foco estratégicamente situado para que la cara de la imagen titular no cayera en la oscuridad más profunda.
Los cirios eléctricos de la Cofradía de la Clemencia
fueron el último reducto eléctrico en Jaén
Aquellas baterías cedidas a la Agrupación de Cofradías, que luego se encargaba de repartirlas a las cofradías, tenían varios inconvenientes, a cuál mayor: eran muy grandes y sucias; había que ir a recogerlas a una estación de tren; había que cargarlas porque llegaban sin carga y en muchas ocasiones, demasiadas, más de una tenía los vasos hechos polvo, lo que solía provocar apagones a mitad de la procesión.
Otra cosa era llevarlas. Solían ir dentro del paso, con el consiguiente aumento de peso para los costaleros, mientras los hubo, que las ruedas no se quejaban. Por lo habitual, en los pasos de palio iban bajo el manto, y en los de Cristo, en medio, en la base de la Cruz, cosa que agradaba bastante poco a quienes caían en aquella zona de las trabajaderas, todo sea dicho.
Claro que todo dependía del tiempo que estuviera la cofradía en la calle; porque si eran muchas las horas de recorrido, las baterías (muchas en número, más otras de recambio) iban en un carro de mano situado tras el paso, del que salían unos antiestéticos cables que se perdían bajo los faldones.
Y, claro, si había baterías también hacía falta un electricista, porque salvo excepciones honrosas, los miembros de las juntas de gobierno no solían ser expertos en eso de los voltios. De modo que cada cofradía estaba obligada a tener un electricista de cabecera dispuesto no sólo a hacer la instalación -raro era el año en que los cables no daban problemas, como ocurrió con los candelabros del nuevo paso del Cristo de la Vera Cruz, que no funcionaban a su llegada a Jaén- sino, también a ponerse manos a la obra en el caso de que durante la procesión tuviera que reparar alguna avería urgente. 
Claro que para eso tenía que estar localizado. Y en tiempos sin teléfonos móviles era demasiado frecuente que el eléctrico no apareciera cuando más falta hacía...

© José L. García

Nuestro Padre Jesús y la Virgen de los Dolores fueron buen ejemplo de la
necesidad de un refuerzo en el número de baterías. Obsérvese que el palio
incluso llevaba luz eléctrica en los varales

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