jueves, 22 de marzo de 2018

Cuando las restauraciones son un capricho


El Cristo del Calvario antes de que Abascal le fijara los brazos articulados
(Foto Roselló)

Tiempo de Cuaresma (XXXVII)
Cuando las restauraciones son un capricho

Se ha dado históricamente en el mundo de las cofradías una cierta inclinación a imponer en las imágenes de culto un sinfín de modificaciones sin que realmente vinieran a cuento ni fueran necesarias. Unas veces se han hecho sin tapujos, otras se han llevado a efecto con nocturnidad y alevosía, aunque luego hayan salido a la luz cuando un restaurador serio ha tenido que deshacer lo que otros hicieron, las más de las veces bajo estricto secreto y con el conocimiento de sólo unos pocos. 
Si nos remontamos a la historia, la lista de Vírgenes que fueron transformadas en Andalucía es infinita, sobre todo a partir del momento en que se pusieron de moda los ojos de cristal, lo que supuso la alteración de las mascarilla, a las que había que abrir como un melón. Y no digamos del rictus de la boca o la inclinación de la cabeza. He visto candeleros llenos de cuñas para cambiar la posición de una virgen una y otra vez porque no gustaba la que tenía. Otra cuestión es la policromía: "Que si está clara, hay que ponerla oscura; que si los barnices han torcido demasiado o se le ha ido la mano al autor del encargo y hay que ponerla más pálida..." Y todo sin olvidar aquellos tiempos no muy lejanos en que eran las camareras las encargadas de "poner guapa" a la Virgen aplicándole lápiz de labios, colorete y rimel en las pestañas.
En suma, barbaridades una tras otra.
En Jaén también las ha habido, pero no es ninguna de éstas la que ahora traigo a colación -aunque tampoco la lista se queda corta-, sino la modificación a la que fue sometido el Cristo del Calvario en 1965. En aquel momento, a alguien se le ocurrió acabar con la histórica conversión del Crucificado en Cristo del Sepulcro mediante el abatimiento de los brazos articulados de que disponía. Aquello era parte de una tradición que se remontaba al tiempo de la fundación de la Congregación del Sepulcro, a finales del siglo XVI, pero a pocos le importó.
La alternativa fue ponerse en contacto con el sevillano Juan Abascal, tan traído a este blog,  y hacerle un doble encargo. Por un lado, fijar los brazos del Cristo del Calvario para dejarlo en la Cruz para siempre. Y de otro -ya nos ocupamos de ello-, hacer un Cristo del Sepulcro que siempre permaneciera en la urna y que saliera los años que le correspondía, según la concordia establecida con la Cofradía de la Soledad.
En el contrato, fechado el 5 de agosto de 1965, la Hermandad impone a Abascal las medidas del nuevo Cristo del Sepulcro -1,45 metros-, prácticamente coincidente con las del Cristo del Calvario, que mide un par de centímetros menos. 
Esta vez el imaginero sevillano que tantos trabajos hizo para Jaén no puso mucho reparo a la transformación de un Cristo del siglo XVII por un mero capricho de la cofradía, con lo que Jaén perdió el único Cristo que era descendido de la Cruz para llevarlo al Sepulcro, una interesante y tradicional ceremonia que acabó perdiéndose, como tantas otras.

© José L. García

El Cristo del Calvario en la actualidad


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