domingo, 18 de marzo de 2018

Un barrio predestinado


El paso del Cristo de las Misericordias enfila el Cantón de Jesús en la noche
del 31 de marzo de 1980, camino de la iglesia de la Merced

Tiempo de Cuaresma (XXXIII)
Un barrio predestinado

Nuestra Señora de las Lágrimas, el Lunes Santo de
1960, tras hacer su salida de la iglesia de la Merced
El 11 de abril de 1960, el barrio de la Merced, que ya vibraba pensando en la inminente madrugada del Viernes Santo, se encontró de pronto con que una nueva cofradía recorría inesperadamente sus calles. Era la de los Estudiantes, que iniciaba en aquel momento una etapa de nomadismo que habría de llevarla un año más a la Merced y luego a la Catedral, a Belén y San Roque, a la Catedral otra vez y de nuevo a Belén y San Roque, donde permanecería durante catorce años.
Aquel traslado había sido forzado por el estreno del magnífico paso que para el Cristo de las Misericordias había realizado Antonio Canales. Un canasto cuyas medidas ya hacían impracticable la puerta del Real Monasterio de Santa Clara. Así que había que buscar una iglesia; y se pensó, de manera provisional, en la Merced, donde por aquel entonces recibía culto Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Provisional fue aquel amago de traslado y provisional fue la salida de la Merced durante dos años consecutivos. Lo que nadie podía esperar era que aquella decisión se convirtiera, pasado el tiempo, en la avanzadilla de lo que habría de venir veinte años justos más tarde, cuando la cofradía abandonaba definitivamente la iglesia de Belén y San Roque para trasladarse al corazón del Jaén más antiguo.
Fue, casualidades de la vida, el mismo día en que la cofradía celebraba el trigésimo tercer año de su primera salida desde Santa Clara. Era también 31 de marzo, pero de 1980, cuando la hermandad del Lunes Santo se ponía en marcha para realizar una estación de penitencia singular e irrepetible, porque partió del barrio de Belén y fue a guardarse en el de la Merced. Allí sigue.
El paso de la Virgen de las Lágrimas por el Cantón de Jesús el día del traslado
a la Merced. Al fondo puede apreciarse el edificio cuya demolición dejo
a la vista el actual Camarín de Jesús
Detrás del traslado había mucha historia y muchos deseos que nadie ocultaba. En parte porque era patente la falta de sintonía entre los responsables de la parroquia y la cofradía, lo que llevaba en ocasiones a encontrar el templo cerrado y a tener que celebrar reuniones y Juntas de Gobierno en la calle, escribiendo las actas sobre el capó de cualquier coche, o a tener que montar y desmontar los pasos -y sacarlos fuera- en un tiempo récord, apenas unas pocas horas, acuciados por los preparativos de los cultos del templo el Jueves Santo siguiente. Otra razón a tener en cuenta era estética, pues en un Jaén que todavía no contaba con carreteras de circunvalación, la cofradía se veía obligada a volver a su iglesia por la mismísima avenida de Madrid, soportando en el sentido contrario de la marcha a coches y camiones que buscaban la Puerta Barrera para enfilar hacia Granada, lo que convertía aquellos momentos en una caricatura indeseada.
Sea como fuere, había que buscar una alternativa, y la mejor posible no era otra que la iglesia de la Merced, a la que el traslado de Nuestro Padre Jesús a la Catedral había dejado huérfana de cofradías.
Había que hacerlo y se hizo. Casi empezando de cero, hasta conseguir aglutinar en torno a la cofradía a todo un barrio que hoy por hoy es parte fundamental del tejido cofrade que los Estudiantes han desarrollado a lo largo de los casi cuarenta años transcurridos desde aquel inolvidable Lunes Santo de 1980.

© José L. García

  
Nuestra Señora de las Lágrimas, el Lunes Santo de 1980, en el momento de
abandonar la iglesia de Belén y San Roque, en la que había permanecido
durante catorce años, desde 1966


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