jueves, 8 de marzo de 2018

Cuando los detalles escapan a la vista (o casi)

Detalle del rostro del Cristo que reposa en el regazo de la Virgen de las Angustias
Tiempo de cuaresma (XXIII)
Cuando los detalles escapan a la vista (o casi)

Ocurre a veces, y es cosa harto frecuente en los pasos de misterio, que la unidad del conjunto acapara la atención del espectador hasta el punto de que el centro del mismo, ya sea la imagen de Cristo o de su Madre, quedan relegadas casi a un segundo plano. Y no digamos ya cuando se trata de un misterio de exacerbado barroquismo en el que el autor ha introducido elementos que atraen la atención por su movimiento, como ropajes, árboles, plumas de soldados romanos y mil detalles más. Otras veces ocurre que la propia imagen presenta una disposición en la que resulta difícil apreciar el valor del conjunto en su plenitud porque la mirada se dirige en la mayor parte de los casos a un solo punto. Ocurre así con la Virgen de las Angustias, soberbia talla del bastetano José de Mora (1642-1724), en la que la expresión del rostro de la Señora atrae hasta el punto de que el expresivo rostro de su Hijo queda ligeramente eclipsado, hecho al que también contribuye, como ocurre en muchas representaciones iconográficas de la Piedad, que la colocación de la imagen de Cristo no facilita su percepción.
Nuestra Señora de las Angustias, obra de José de Mora
La composición del conjunto jiennense no permite concretar que ambas imágenes fueran realizadas en un mismo momento, ya que la Virgen era inicialmente un busto al que con posterioridad se le añadieron  tanto el Cristo como el resto del cuerpo y las ropas de tela encolada, hasta conseguir la composición que desde Granada llegó a Jaén en 1718. Una modificación que para nada pone en tela de juicio la autoría global de Mora mantenida por Gallego Burín; en absoluto, ya que el conjunto mejora incluso al que el artista hizo en mármol para la portada de la iglesia de las Angustias de Granada, que data de su primera época, en 1665. En el caso del conjunto de Jaén, el autor incluso mejora la expresión, hasta el punto de resultar más convincente que el de las Angustias granadina, a juicio de Cristóbal López Romero, técnico que restauró la imagen en 1983 en el Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales.
La Virgen de las Angustias de Jaén pertenece, por contra, a la última época de Mora, antes de que dejara la escultura en manos de su obrador y se dedicara al dibujo, y probablemente fue una de las últimas realizaciones de su taller, en un momento en que el artista atravesaba una nueva y aguda depresión debido a su carácter enfermizo, con etapas de abatimiento, melancolía y desánimo cuyo origen había que buscar en la muerte de su esposa, cuyo rostro se dice que trasladaba a sus Dolorosas.
Sea como fuere, el Cristo que yace sobre las rodillas de la Virgen de las Angustias es por sí solo una joya para admirar, particularmente su cabeza, en la que los especialistas encuentran paralelismo estético con los Ecce Homo que Mora realizó para Granada.



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