miércoles, 21 de febrero de 2018

Aquellas salidas casi acrobáticas

La difícil salida del paso del Cristo de las Misericordias obligaba a contener la
respiración hasta que el Crucificado volvía a quedar afianzado en su soporte
para iniciar el recorrido procesional 

Tiempo de Cuaresma (VIII)
Aquellas salidas casi acrobáticas

Decía el historiador sevillano Juan Carrero que en los últimos tiempos había dado por construir iglesias provistas de una "visera de hormigón" para asegurarse de que por sus puertas no pudiera salir nunca una cofradía. Era la respuesta al incremento exponencial de cofradías, asociaciones y afines en Sevilla y su entorno. En Jaén, por aquel entonces, no se daba esa circunstancia, pero tampoco eran todo facilidades como puede atestiguar a lo largo de su historia la Cofradía de los Estudiantes, a la que han perseguido las salidas dificultosas, cuando no las casi imposibles.
Nada más nacer, como ya quedó dicho en otro punto de este blog, los Estudiantes se vieron obligados a concluir el montaje de los pasos en la calle, o lo que es lo mismo, a incorporar en la vía pública a sus titulares, ya que de otra manera era imposible salir por la puerta del monasterio donde radicaba la cofradía..
Esa puerta y la hechura de un nuevo paso para el Cristo de las Misericordias fueron las razones que llevaron a abandonar el monasterio donde recibe culto el Crucificado titular. Pero aquello fue como salir de Málaga para caer en Malagón. La nueva iglesia, tras un paso breve por la Catedral y la Merced, fue la de Nuestra Señora de Belén y San Roque, donde las dimensiones de la puerta no resolvían precisamente el problema.
Así las cosas, la cofradía tuvo que instalar en el paso del Cristo un sistema abisagrado para que el Crucificado pudiera salir tumbado. Pero no lo hizo como la Vera Cruz, con un sistema mecánico de polea y cable -y eso que éste lo ideó Antonio Delgado, uno de los veteranos de los Estudiantes-, sino con un sistema de sangre, fuerza y maña, además de un par de pértigas con las que, desde abajo, se sujetaba el Cristo a pulso, mientras los costaleros racheaban el paso hasta ganar la calle. El sistema era tan primitivo y peligroso que uno de los miembros de la Junta de Gobierno de la Cofradía tenía que subir cada Lunes Santo a la mesa del paso para ayudar a la maniobra soportando con su propia espalda la cruz del Cristo mientras las pértigas hacía lo demás. Y a la vuelta, claro, más de lo mismo, pero con el cansancio acumulado después de unas cuantas horas de procesión.
Así se anduvo hasta 1980 cuando, por fin, la cofradía se trasladó a la iglesia de la Merced.
Ni que decir tiene que esas salidas "acrobáticas" tuvieron mucho que ver en la búsqueda de una iglesia desde la que los pasos pudieran salir sin riesgo de ninguna clase.


Bajar al Cristo de las Misericordias para salir de la iglesia de Belén
y San Roque requería de tanta fuerza como tesón y destreza

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