miércoles, 3 de enero de 2018

Jaén, la huella americana

Vista de la ciudad de Jaén, en Perú

Jaén, más allá del océano

De sobra es conocido, pero no está mal recordarlo, que la ciudad de Jaén tiene al otro lado del Atlántico un reflejo que hunde sus raíces en pleno siglo XVI. Está en Perú y es la otra Jaén del globo, pues tal fue el nombre que quiso ponerle su fundador, el capitán jiennense Diego Palomino, al que acompañaban en la empresa otros jiennenses que acabaron residiendo en la nueva ciudad, en cuyo trazado colaboraron.
Fue un 14 de abril de 1549, dicen que Jueves Santo, cuando Palomino plantó la Cruz en lo que con anterioridad había sido la ciudad llamada Nueva Jerez de la Frontera. Por nombre llevó, y lleva, el de la capital del Santo Reino, y por apellido tuvo el de Bracamoros, pues así se llamaban los pobladores de aquella zona. Con el tiempo, el "apellido" acabó por perderse. Hoy es la segunda ciudad más poblada del departamento de Cajamarca, si bien su emplazamiento no es el primitivo junto al río Chuquimayo, pues la humedad y la insalubridad de la zona aconsejó su traslado, cosa que se hizo hasta en cuatro ocasiones hasta quedar al norte de la confluencia de los ríos Huancabamba y Marañón, en el valle de Tomependa, a 729 metros sobre el nivel del mar. Su clima es tropical, con una media no superior a los 25 grados.
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Con todo, la fundación de Jaén en Perú no ha sido la única virtud del capitán Diego Palomino, pues a su labor militar sumó la de excelente cartógrafo, hasta el punto de que los mapas que levantó de las tierras que llegó a recorrer han sido elogiados por los especialistas por su detalle y meticulosidad. Es el caso del que recoge la fundación de Jaén y todo su entorno, que se reproduce bajo estas líneas.


Y ya en el terreno de la leyenda, habría que decir que Palomino también aparece relacionado, a veces fantasiosamente, con uno de las más emblemáticas tallas de Cristo que posee la Semana Santa de nuestra Jaén española, el Cristo de las Misericordias, de la Cofradía de los Estudiantes. Y ello porque una leyenda apócrifa, y por supuesto falsa, apuntaba que la imagen llegó de América, donde fue realizada en una caña de bambú por mandato de Palomino, que así expiaba la promesa que había hecho a Dios si salía con vida de un trance de muerte en el que se vio envuelto durante su campaña militar. Y aún aparece Diego de Palomino en otra teoría según la cual pudo ser quien enviara desde las Indias, como regalo de bodas, un retablo que ante notario declaró poseer el bachiller Gonzalo Martínez Palomino. En el testamento del bachiller, en 1598, no se menciona al capitán Palomino, pero la coincidencia de apellidos llevó al historiador local Rafael Ortega Sagrista a lanzar el interrogante de si ambos podrían ser parientes. Pura especulación en 1956,, mucho antes de que los especialistas en arte entraran en el terreno de las atribuciones y desmontaran la "teoría americana", entre otras cosas porque el Cristo está tallado en nogal, no en bambú.. 

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